Sin lugar a duda, Simjat Torá es una de las fiestas más alegres y coloridas del calendario Judío.
En este día terminamos y automáticamente sin perder ni un instante, recomenzamos a leer el texto de la Torá. Como nos enseñaba Buber, el texto puede aparentar ser el mismo, pero vos cambiaste, por lo tanto tu interacción, tu lectura, tu entendimiento del mismo es siempre diferente.
Son innumerables los valores y enseñanzas que a lo largo de las generaciones hemos aprendido de la Torá. En esta ocasión quisiera reflexionar sobre uno de los valores centrales del Pensamiento Judío, y es el de la consagración del tiempo.
Hay un antiguo relato jasídico que cuenta que cierta vez todos los animales se reunieron en una gran asamblea y comenzaron a quejarse de los seres humanos. El argumento principal era “los seres humanos no hacen más que quitarnos cosas y aprovecharse de nosotros”. Se llevan mi leche, decía la cabra. Se llevan mis huevos decía la gallina. Se llevan mi lana, decía la oveja. Y así sucesivamente, todos los animales expresaban sus pérdidas y abusos por medio de los seres humanos. Hasta que le llegó el turno al caracol: Yo tengo algo que a los seres humanos les gustaría tener más que cualquier otra cosa en el mundo, algo que ciertamente me arrebatarían si pudieran. Todos los animales intrigados preguntaron: ¿Y qué es eso tan valioso que vos posees que el ser humano quisiera sacarte pero no puede? Y el caracol contestó: Lo que yo tengo es tiempo.
Sin ninguna duda el tiempo es uno de los objetos más valiosos que tenemos los seres humanos, pero a la vez es el objeto menos valorado.
Simjat Torá nos enseña que debemos valorar el tiempo ya que es el componente más valioso de nuestras vidas. La valorización del tiempo, no es otra cosa que la propia valorización de la vida y de los sentimientos más profundos. Valorizar el tiempo es reencontrarse con nuestra propia cualidad humana.
El tiempo te presenta el desafió de convertirte en un factor de renovación constante. El tiempo te hace comprender que existe un sentido para la vida que va más allá de la fragilidad de tu propia existencia. En otras palabras, el tiempo no es ni más ni menos que la imagen y el reflejo de la eternidad.
No hay esclavitud más cruel que la de ser esclavo del tiempo. ¿Y cuántos de nosotros podemos decir que no somos esclavos del tiempo? Generalmente nos suponemos eternos, hasta que descubrimos que somos efímeros.
Por eso la fiesta de Simjat Torá nos induce a aprender que en la vida no hay que apurarse para tomar decisiones importantes, pero tampoco debemos dejar pasar el tiempo sin tomarlas.
Sos vos el que debe intentar manejar el tiempo y no que el tiempo te maneje. Ya que no es cierto que el tiempo pasa, somos nosotros los que pasamos por el tiempo. Por eso hay que generar proyectos e ideas como si fueras a vivir 120 años, pero hay que disfrutarlos como si supieras que vas a morir mañana.
Muchas veces avanzamos en los años de nuestra existencia, pero no vivimos el tiempo de nuestras vidas. Muchas veces no sabemos qué hacer para matar el tiempo, y eso hace que el tiempo nos mate a nosotros lentamente.
Se puede ser joven en años, pero anciano en horas si es que no sabes aprovechar y disfrutar de cada instante de tu vida. Porque los años no nos enseñan nada, somos nosotros los que debemos aprender de los años. Porque vos sabes que cada instante de felicidad es irrepetible, pero lo olvidas a cada instante.
Ya que en última instancia, nada, absolutamente nada de este mundo te pertenece, sólo tu tiempo.
Y es por eso que debemos aprender que la vida no se mide por cada aliento que tomamos, sino por las cosas, por los momentos, por los instantes, que nos quitan el aliento. Y esos instantes son los que en otras palabras llamamos felicidad.
JAG SAMEAJ!!
Rabino Adrián Herbst
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